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Hetairas, las prostitutas cultas de la Antigua Grecia

Virgilio Lopez Duarte 30 octubre, 2023

Cuando se habla hoy en día de una mujer empoderada se suelen poner de ejemplos a chicas que han logrado cierta repercusión, éxito a nivel profesional y vital, que se muestran libres, capaces de hacerlo todo por sí mismas… El empoderamiento femenino, sin embargo, ha estado ligado en estos últimos años a una visión algo sesgada de lo que se supone que debe “ser una mujer”. En contra de lo que ha venido siendo hasta ahora el ideal femenino, las mujeres ya no quieren ser sumisas, no quieren estar en un segundo plano, ni depender de nadie. Ellas mismas pueden encontrar sus posibilidades, pueden disfrutar de su libertad, tanto económica como vital y sexual, y se sienten orgullosas de ser independientes. El empoderamiento ha llegado a tal punto que hasta son capaces de utilizar su cuerpo y sus encantos para sentirse más fuertes, más liberadas, algo que mucha gente censura.

¿Cuántas mujeres defenderían que la prostitución por voluntad propia también es algo liberador y empoderante? El tema del trabajo sexual ha dado mucho que hablar dentro del mundo del feminismo, creándose distintas corrientes contrapuestas. La mayoría de feministas de la nueva ola piensan que la prostitución debería erradicarse sí o sí, porque siempre supone una explotación sexual. Arguyen teorías basadas en la Historia, en la propia trata de personas en la actualidad, y en los números que reflejan cómo los hombres son los mayores consumidores de prostitución, con mucha diferencia. Pero también hay mujeres que defienden el derecho a otras de utilizar su cuerpo y su sexo como modo de trabajo para conseguir esa independencia deseada. Chicas que no están bajo el yugo de ningún proxeneta, que no trabajan forzadas, sino por voluntad propia, en el mundo del placer y la pasión. ¿Tienen derecho a trabajar de esa forma o deben censurar su comportamiento por la opinión de otras mujeres? La discusión se tiene en torno a conceptos y situaciones actuales, pero lo cierto es que ya hubo, hace muchos siglos, mujeres empoderadas que trabajaban en el sexo. Se llamaban Hetairas y eran las mujeres más poderosas dentro de la Antigua Grecia.

Una sociedad abierta en el sexo

Los tiempos han cambiado, por supuesto. Pensamos que hoy por hoy el sexo está mucho más normalizado, que la gente ya no lo ve como un pecado… pero esa visión viene de muy lejos. En la Antigua Grecia, el sexo era lo más natural del mundo, tanto que incluso estaban mucho más desarrollados que nosotros a la hora de ver relaciones no normativas. Hombres y mujeres solían tener sexo con otras personas, sin importar su sexo. La pasión carnal era una celebración de la vida y como tal se tomaba también en el aspecto público. Existía la prostitución, como en prácticamente todas las culturas, pero había diferentes tipos de mujeres dedicadas al sexo profesional. Las pornoi eran las prostitutas más habituales, esclavas o mujeres que habían caído en desgracia. Las hetairas, sin embargo, eran chicas cultivadas, preparadas para ser acompañantes perfectas y con un profundo conocimiento del placer.

Mujeres preparadas para cantar, escribir y recitar

Las hetairas eran un conjunto de mujeres libres que habían recibido una educación culta y exquisita, similar a la de cualquier hombre formado de la época. Estas mujeres habían nacido en buenas familias y habían decidido convertirse en cortesanas, acompañantes y prostitutas, aunque esta palabra no tenía la misma consideración en aquellos tiempos. Ofrecían servicios sexuales, por supuesto, pero en realidad su parte cultural y social estaba por encima de aquellos encuentros ardientes. Eran consideradas dentro del grupo de trabajadoras sexuales, pero como veremos a continuación, no estaban al mismo nivel social que las putas corrientes, conocidas como pornoi. De hecho, se suele decir que las hetairas eran más bien una antesala de lo que luego conoceríamos como cortesanas, mujeres cultas que destacaban no solo por sus encantos sexuales, sino también por su cultura.

Los hombres contrataban a estas hetairas no solo por el sexo, sino también por sus habilidades en la danza, el canto o la recitación. Muchas de ellas componían sus propios poemas, sabían tocar instrumentos y podían incluso debatir sobre temas políticos o filosóficos con sus clientes. Eran, por supuesto, las favoritas de los soldados, príncipes y reyes, así como de todo aquel que podía permitirse sus servicios, mucho más caros que los de las pornoi. Las hetairas eran, de hecho, mujeres libres, que no estaban bajo la sumisión o supervisión de ningún hombre. Podían participar en los simposios y eran consideradas como iguales por los varones, lo que da ya una visión de su importancia en las ciudades. ¿Acaso no es eso empoderamiento e igualdad?

Por encima del resto de prostitutas

Para muchos, estas mujeres no podrían ser consideradas como prostitutas, ya que poseían otras muchas habilidades que las hacían destacar por encima de las putas corrientes. Sin embargo, esa situación también se mantiene hoy en día con las trabajadoras sexuales y las escorts VIP. En la Antigua Grecia, las hetairas suponían el escalón más alto dentro del grupo de trabajadoras sexuales porque lo eran. Ofrecían, entre sus muchos servicios, la satisfacción sexual de sus clientes. Eran hermosas, poseían cuerpos atractivos y conocían de primera mano las maravillas del placer carnal, siendo expertas en complacer tanto a hombres como a mujeres. Eran prostitutas de todo derecho, pero mucho más que eso.

Las pornoi o prostitutas de clase baja solían ser mujeres de familias más humildes, que no habían tenido otra opción que la de trabajar en ese sector. También muchas esclavas que estaban sometidas a un hombre, que las obligaba a prostituirse para ganar dinero o como obsequio a otros hombres. La situación con las hetairas era muy diferente. Nadie les decía con quien podían o no podían estar. Nadie las obligaba a tener encuentros con otras personas. Ellas eran totalmente libres y decidían por sí mismas a la hora de llevar a cabo su trabajo. Obtenían grandes beneficios de ello y eran, de hecho, respetadas. En la cama, su trabajo era el mismo que el de las pornoi, pero su situación social era totalmente diferente.

La visión sobre las trabajadoras sexuales hoy en día

Las cosas han cambiado mucho en todo este tiempo, y es que han pasado más de dos mil años desde el apogeo de estas hetairas. Si bien siempre ha habido prostitutas VIP que se han mantenido por encima del resto de trabajadoras sexuales, la visión del propio trabajo sexual es totalmente distinta hoy día. Para la mayoría, dedicarse a vender su cuerpo por dinero solo hace que una mujer sea más sumisa con el sistema patriarcal que la rodea. Que se ponga a disposición de los hombres que quieran tener sexo con ella, aunque luego paguen, va en contra de todo lo que supone el feminismo. Sin embargo, una parte de esta ideología también entiende que muchas veces es la única salvación para las mujeres, que no encuentran otra solución que ponerse a trabajar en este sector. Es un tema delicado  y parece estar lejos de solucionarse, ya que hay opiniones muy encontradas.